Teoricemos un poco, me dije. Juguemos a encontrar las razones por las cuales miles de argentinos de diferentes partes de nuestro amplio territorio eligen la Patagonia como nuevo lugar de residencia.
Desde que me he instalado en esta hermosísima ciudad, he escuchado muchas razones de nuevos y viejos colonos, de nativos y turistas, de los motivos por los cuales esta nueva conquista de la Patagonia es cada vez es más extendida.
La tranquilidad que uno tiene por estos lares es una de las grandes razones por la que muchos se han mudado o piensan mudarse al Sur argentino. Buscar un lugar sereno, en donde padres e hijos puedan vivir y convivir en un mundo libre, no encerrados como sucede en muchos lugares del mundo. La seguridad es un dato que pesa y mucho a la hora de optar por vivir digna y libremente.
Pero esta no es la única razón por la que la gente se muda a estas latitudes. Hay, en muchos de los que he conocido, como un encantamiento, como un misterioso y mágico susurro al oído que los ha traído hacia aquí. En alguna ocasión escuché una teoría acerca de los centros energéticos. Esta teoría decía que la energía positiva de la tierra estuvo concentrada hasta no hace muchos años en la zona montañosa del Tibet. Ahora, según esta teoría, la misma se modificó, instalándose en, por un lado el Machu Pichu, y por otro, nuestra querida y adorada Patagonia. Aún no he visto surgir ningún líder o guía espiritual, ningún Jesús o Buda, pero sí puedo afirmar que uno se inspira espiritualmente por estos lares. Que la sola contemplación de la magnificencia del lago Nahuel Huapi a uno lo llena de paz y tranquilidad. Que ver los cerros nevados, lo hacen pensar a uno acerca de las cosas que realmente importan en esta vida y que no pasan por lo monetario.
Tal vez el simple contacto diario con la naturaleza, esta posibilidad latente y concreta de a menos de media hora del Centro Cívico encontrarse rodeado de bosques, ríos y lagos, a uno lo acerca a un estado casi de transe, donde se conecta con su realidad más profunda, más espiritual. Quizá esta cercanía favorezca la búsqueda de la unidad perdida de la que hablan tantos filósofos y místicos. No lo sé, lo que sí se, es que se vive cierto grado de espiritualidad y por suerte, no aquella de la que hablan las grandes religiones amantes del dogma, sino la espiritualidad natural, aquella de la que hablan tantas tradiciones mitológicas.
Pero, y no me extiendo más, he escuchado con mucha fuerza otra razón que tiene que ver con el amor estético por llamarlo de alguna manera, y que está mucho más difundido de lo que algunos piensan.Por amor estético me refiero al amor que un lugar puede despertar desde la belleza que contiene por sí mismo, sin la obra del hombre. Nuestros lagos, arroyos, ríos, bosques, montañas, son o mejor, despiertan un profundo amor en muchos de lo que visitan la Patagonia, tanto, que los lleva tarde o temprano a evaluar una posible mudanza o decidir una instalación en este paraíso natural.
Aquellos que han conocido estos lares, que han venido a disfrutar de la naturaleza, tanto en las épocas invernales como en las de verano, siempre quedan como hipnotizados por las maravillas que nos regala a diario la naturaleza. Los que han recorrido y conocido lugares recónditos, los que han pasado una noche contemplando el cielo estrellado con luna llena, nunca se han olvidado de los mismos y mantienen un amor eterno por ese momento, por ese lugar.
Casi podríamos fantasear y sostener que este amor estético que despierta nuestro sur y que se mantiene vigente a lo largo de la vida de cada uno nosotros, es asimilable al primer amor que surge, aquel inocente y tierno amor cuando nos despertamos de nuestra niñez.
Estas son algunas de las razones que he descubierto acerca del por qué de tantos espíritus aventureros, deben haber más, seguiré buscando con la esperanza de encontrarlas, pero con la tranquilidad de estar en uno de los lugares más hermosos que puede haber sobre la faz de la tierra.