Son numerosos los artistas que, atrapados por la naturaleza desbordante que nos rodea, decidieron radicarse en San Carlos de Bariloche. Pero existen otros que además de haber nacido y crecido en esta zona decidieron quedarse: los auténticos “NYC”. Raúl Pérez es un enamorado de estas tierras y desde hace 40 años se entrega con pasión a la construcción de instrumentos de música.
A partir del trabajo tan personal y particular que realiza, ha logrado ser reconocido tanto en el país como en el exterior, hecho que se ve reflejado por los constantes encargos que recibe de músicos de todo el mundo.
Raúl Pérez, el Luthier
¿Cuándo inició esta profesión?
Hace muchos años. A los 13 años quedé muy impresionado por unas melodías de un músico que tocaba el laúd, uno de los grandes ejecutantes de laúd de la historia. Entonces me dije que alguna vez iba a construir algo así.
Tres años después comenzamos con un amigo a hacer una guitarra cada uno por una cuestión de gusto y por amor a la música de guitarra. Yo había tenido una guitarra de fábrica que me fue sustraída por lo que me vi en la obligación de terminar la que estaba haciendo medio apurado. No me gustó cómo quedó, así que enseguida hice otra. Mientras, recibí el primer encargo de una guitarra, que me fue devuelta a los pocos días porque ni pregunté para quien era, y construí una guitarra muy grande. Resultó ser para una niña de 6 años…le quedaba como un contrabajo. (risas)
¿Y cuándo logró construir su primer laúd?
Algunos años después, pero aquí en Sudamérica en esos años era muy difícil conseguir planos, así que lo construí en base a unas fotografías. Una idea loca: es como construir un Rolls-Royce sólo viendo una foto.
¿Cómo aprendió el oficio de luthier?
Bueno, yo empecé un poco porque mi papá era carpintero, con él aprendí a trabajar la madera. Él había hecho un par de guitarritas muy modestitas, muy de campo.
Además desde chico tuve la urgencia de hacer cosas con las manos. A mi me gusta trabajar con madera, piedra, cemento, cuero, construyo herramientas… lo recuerdan todavía algunas compañeras de la escuela 16 que guardan figuras que tallaba en tiza cuando estaba en la escuela. A los 12 años tuve la suerte de saber que iba a hacer cosas con las manos, a esa edad empecé a pintar al óleo.
¿Cómo le gusta trabajar la madera?
Normalmente en este trabajo se compra la madera cortada, en dimensiones próximas a las finales. Yo en cambio compro los trozos y rajo la madera según mi necesidad. Trabajo con la veta entera para poder conseguir la máxima resistencia y las mejores condiciones de funcionamiento de la madera.
¿Un luthier tiene indispensablemente que ser músico también?
Ha habido grandes constructores que no han sido músicos, pero yo creo que ayuda. Uno no puede ser músico en el sentido de construir instrumentos de día y de noche ir a tocar, porque no se dedicaría del todo a ninguna de las dos actividades. Pero hay cosas básicas que se deben manejar.
Dicen que Antonio Stradivarius no tocaba, apenas podía afinar el instrumento… no sé. Pero es mejor si uno puede hacer algo porque sino hay que recurrir a una segunda, tercera persona que diga qué le falta, qué le sobra. Es difícil así desarrollar un criterio de auto-evaluación para ir mejorando.
¿Ud. trabaja únicamente por encargos?
Por regla general sí, porque nunca alcancé a tener stock. Y cuando tengo algo de tiempo avanzo para tener stock para mi familia porque muchos son músicos, y para mí porque tengo la curiosidad de saber cómo es tocar tal instrumento, con tal afinación, tal característica.
¿Cómo es el vínculo con la persona que le encarga un instrumento?
Yo priorizo que el instrumento no se haga a ciegas para cualquiera que venga y lo pague, sino para una persona determinada, de carne y hueso, de quien tengo datos, a quien veo, toco y huelo, estrecho su mano, conversamos. Sé que necesidades tiene con el instrumento.
La gente que me encarga un instrumento, que viene de lejos, está buscando algo que no hay en otro lugar. Ahora soy más consciente de eso, antes no me daba cuenta. Los instrumentos que cada uno hace tienen características de esa persona, o que uno busca imprimirle.
¿Y qué busca imprimir ud. en un instrumento?
Por ejemplo el famoso sustain, que es la duración del sonido. En una guitarra eléctrica es muy fácil conseguirlo porque se mantiene con la electrónica. Pero en un instrumento acústico está ligado al material y más que nada a lo que hacen las manos de la persona que lo trabaja.
A mi lo que más me impulsa en la construcción de un instrumento es escuchar cómo toca la persona. Eso me da un montón de datos que me ayudan.
Después pasan cosas curiosas…
Una vez vino una mujer pidiendo un instrumento para llenar un espacio muy específico en el repertorio: “Una viola que me sirva para tocar de tal año a tal año”. Eran 50 años… ella me preguntó si entendía lo que me pedía y si iba a poder hacerlo. Yo le respondí: “Pienso que sí”. Bueno, se lo hice. Cuando vino estuvo tocando 5 minutos, 10 minutos, 20, 30… yo estaba muy nervioso. A los 40 minutos dejó de tocar y me miró muy sonriente y me preguntó: ¿cómo hizo para conseguir el sonido exacto?
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