Naturaleza, relax y una pizca de aventura son los patrones que guían las escapadas, y en busca de esta combinación, los viajeros colman Bariloche.
Caminar por el bosque, imaginar al legendario Nahuelito. Hacer un fuego y mirar las estrellas, o descansar cómodamente frente a una chimenea. Subir en aerosilla al cerro Campanario o en teléferico al cerro Otto hasta su confitería giratoria, y contemplar ese paisaje único de montañas cubiertas de lengas cobrizas y lagos cristalinos.
Los planes pueden ser miles, pero siempre incluyen magníficos escenarios naturales, a los que se suma la oportunidad de adentrarse en la mágica estepa patagónica. Para los que vinieron por última vez en su viaje de egresados, es hora de volver a darse una vuelta. Desde el centro de la ciudad a las excursiones más remotas, una guía para un viaje express a este destino que fue un boom este verano, con un crecimiento superior al 20% en la cantidad de turistas.
City tour
La ciudad está ubicada dentro del parque nacional Nahuel Huapi, junto a la cordillera de los Andes. En plan urbano, da para todo, con su cálido Centro Cívico y el perro San Bernardo listo para la foto familiar. La feria, los artistas callejeros, las chocolaterías, que le han otorgado el título de capital nacional del chocolate. Varias se concentran sobre la calle Mitre y en muchos casos elaboran su manjar a la vista. Cuando se pone fresco, la infaltable fondue es una propuesta tan rica como divertida para compartir.
La gastronomía fusiona la cultura europea con pescados, carnes ahumadas y de caza, quesos y frutos del bosque, que son son la materia prima de calidad para los platos más exquisitos de la región. Con alojamiento para todos los bolsillos, se puede elegir entre hoteles de nivel internacional, hosterías, cabañas, hostels y refugios de montaña. A la noche la ciudad se despierta con su reconocido circuito de pubs, cervecerías, bares temáticos y discotecas que la convierten en una meca del turismo nocturno.
Con su variedad, que también incluye una agenda cultural diversa, Bariloche complace a todo estilo de viajeros, desde turismo joven a una escapada romántica, salidas familiares, deportistas extremos y buscadores de paz.
Turismo activo
Declarada capital nacional del turismo de aventura, en la lista de actividades no puede faltar un paseo en kayak por los lagos, se puede hacer incluso en invierno. Lo mismo con canopy en el cerro López, que no se suspende ni por lluvia, solo si hay mucho viento: una actividad única que conecta con la naturaleza a grandes y chicos. El circuito tiene más de 1500 metros de longitud y 10 plataformas, además ofrecen un programa especial kids para que los chicos desde 4 años vuelen por los árboles en total la seguridad, en compañía de los instructores y con equipamiento homologado.
Los ríos del Parque Nacional Nahuel Huapi regalan un entorno ideal para la práctica del rafting con sus aguas prístinas. Se ofrece una amplia variedad de excursiones por el Manso Inferior (a partir de los 5 años), para descargar adrenalina, o, mejor aún, el stand-up rafting (a partir de los 12 años), la nueva modalidad que consiste en remar en grupo sobre una especie de balsa hi-tech por el río Limay. Un recorrido de 4 horas por aguas cristalinas y rápidos rodeados de impactantes formaciones de roca volcánica y la posibilidad de avistar cóndores, ciervos o guanacos.
La estepa para conocer la inmensidad patagónica
La frutilla de la torta es descubrir la estepa. Es uno de los planes más lindos que se pueden hacer en la región y que rompe por completo el esquema de los visitantes, se sale de los paseos más habituales. Un recorrido en bici que te muestra geografía e historia. En otoño, si salimos temprano, cuando empieza a pegar el sol, disfrutás muchísimo de la actividad de los pájaros. También se recorren estancias y lugares menos difundidos de los que la gente vuelve con la boca abierta.
La magia de la estepa patagónica nos atrapa. Inmensa, pura, silenciosa: una extensión enorme que invita a vivir un día lleno de aventuras, de cabalgatas por las mesetas a atardeceres de colores gloriosos que se asoman entre los cerros. Allí donde el cielo y la tierra se ponen de acuerdo para encontrarse, en una inmensidad que también tiene los mejores puntos para detenerse y relajar, como la orilla del Ñirihuau o la sombra de un cañadón. El almuerzo se resuelve con un asado en alguna de las estancias de la zona.
Los paseos de siempre
La vuelta por el Circuito Chico es un clásico ineludible, un recorrido de 65 km con varias paradas obligados para sacar fotos, como el Llao Llao y su divina capilla San Eduardo, ambos proyectados por Bustillo, o el inédito parque temático Nahuelito, que recrea a través de esculturas a escala real más de 30 especies de dinosaurios en medio del bosque.
En el Km 25 está el pequeño Puerto Pañuelo, desde donde parte el catamarán a Puerto Blest que se desplaza por el brazo más largo del Nahuel Huapi, para navegar hacia el corazón del Parque Nacional. Los puntos destacados: el islote Centinela, la Cascada de los Cántaros, la exuberante vegetación de la selva Valdiviana, un alerce de 1.500 años y las aguas verdes de la bahía y el río Frías, provenientes de uno de los glaciares del Cerro Tronador.