Crédito Foto: Facundo José
Dándole vida a sus personajes de historietas – el legendario Cabo Savino, el Martín Fierro o Los Pioneros- tocando su batería, o simplemente como vecino de muchos años, Don Carlos “Chingolo” Casalla recorta su perfil en el paisaje barilochense.
En el año 2003 presentó una recopilación del Cabo Savino. Asimismo, una segunda edición del Martín Fierro, declarado de Interés Nacional. “El Gran Lago”, el libro que cuenta la historia de los pioneros de San Carlos de Bariloche será reeditado y una versión en video de éste último pone en las pantallas de los televisores las imágenes de esta parte de la historia.
Entrevista a Chingolo Casalla
Periodista: ¿Cuánto tiempo hace que vive en Bariloche?
Carlos Casalla: “Vinimos de Buenos Aires en el 47 cuando nos casamos y nos gustó. En el 51 volvimos porque estábamos buscando trabajo con un amigo que falleció, Rosatti. Eramos fotógrafo y guía de turismo. Teníamos un local sobre pasaje Los Pioneros. Llegábamos con el Modesta Victoria y revelábamos hasta 300 negativos por día, terminábamos a media noche. Era todo a kerosene y a pata, no había casi autos. Después en el 56 volvimos a Buenos Aires y cuando estuvo más sólido el trabajo me vine para aquí en el 68, definitivamente. Yo tenía relación de dependencia con Editorial Columba, desde el 50 hasta el 86. Me jubilé con ese trabajo. ¡Habré hecho unos 200.000 cuadritos en esos 36 años!”
P.: ¿Por qué le dicen Chingolo?
C.C.: “A mí me llamaron siempre Chingolo. En esa época, cuando yo era niño, todavía las historietas eran importadas y aquí les traducían los nombres a los personajes. Chingolo era un bebé que hacía zafarranchos.”
P.: ¿Desde chiquito ligado a las historietas?
C.C.: (risas) “A mi me gustaba el clarinete, pero mi madre me prohibió hacer el Conservatorio Nacional de Música. Realmente le erré por unas puertas, quedaba a unos pasos de Bellas Artes. Me hubiera gustado ser músico, la música llega más rápido, es más impactante. La única ventaja que tenemos los pintores es que mostramos nuestras cosas cuando estamos convencidos de que las podemos mostrar, en cambio el músico o el actor sube al escenario y hace su parte y si salió mal, mala suerte, no importa si ese día te pasó algo y estás mal. La música es más emocionante, hay más adrenalina, más aún con la música que tocamos nosotros, el jazz y los ritmos latinoamericanos, porque nosotros improvisamos”.
P.: ¿Entonces estudió Bellas Artes?
C.C.: “Si, hice toda la carrera de la Academia Nacional. Estudié hasta los 19 años porque era nivel terciario, después entré en la conscripción, pero empecé a dibujar a los doce años, en el 40”
P.: ¿Qué le gusta mostrar de sus personajes?
C.C.: “La vida de todos los días, fijar una época y los problemas de esa época, como el Cabo Savino, a fines del siglo pasado. También hice varios de gangsters.”
P.: ¿Requiere un trabajo de investigación?
C.C.: “Hay que ser respetuoso. El cine ayuda mucho, por supuesto las películas que están bien hechas. Si subís a Gardel en un Torino ya le errás por más de cincuenta años! Para el libro El gran Lago estuve 4 o 5 años para hacer una síntesis de todo lo que pasó. Es un tema difícil, nadie es imparcial -ni Dios- pero trato que la gente lo lea amigablemente y saque sus conclusiones” .
P.: ¿Algún personaje con el que se haya encariñado particularmente?
C.C.: “El Cabo Savino. Mucha gente lo recuerda y me pide que se lo dibuje. Fueron muchos años, empezó en el 50 en La Razón y después en Editorial Columba. En casa hasta tenemos un cuadro, como si fuera un familiar”
P.: ¿Y la música?
C.C.: “Siempre fue en forma paralela. Siempre toqué con distintos músicos de aquí o acompañando a alguno que venía. En la calle Mitre había muchos lugares donde se tocaba todos los días y nosotros terminábamos en uno y nos íbamos a otro…¡teníamos veinte años!”