La vida es un ciclo que se repite casi infinitamente. Nunca hubo un corte o discontinuidad a lo largo de la historia del planeta, entre las estaciones del año. Al invierno lo sigue la primavera, a ésta el verano y a éste el otoño y así, como montadas en una rueda, las estaciones se van superponiendo sin importarles lo que pasa abajo, allá en el lejano mundo humano.
Y de este lado, nosotros, que poseemos la capacidad de apreciar estos cambios, de disfrutarlos, de gozarlos, de vivirlos. Unos con más intensidad, otros casi de forma inmutable, pero a todos nos afectan los cambios estacionales, y creo que la mayoría ya ha adoptado a una de las estaciones como la favorita.
Bariloche las 4 Estaciones
Es interesante ver cómo la madre naturaleza nos va anticipando sus cambios. El Verano, llega con su color, con su calor, trayendo alegría y esperanza a todo aquel dispuesto a escuchar que todo llega a su debido tiempo, que donde hizo frío y hubo nieve hoy pasa lo contrario, a realizar caminatas (cortas o largas de acuerdo a las capacidades de cada uno), a disfrutar de lagos, bosques, ríos en todo su esplendor.
Pero todo tiene un fin, por lo menos climatológicamente hablando y nos llega el Otoño, donde el frío comienza a vencer la resistencia clorofílica de las plantas, de las hojas, secándolas, invitándolas a invernar hasta el año próximo. Donde los vientos despeinan los bosques, susurrándole a ríos palabras de ensueños y ambos acompañados por la lluvia, que lava y refresca del largo verano a aquellos cuerpos cansados y necesitados de descanso.
Luego llega el Invierno, con sus bajas temperaturas, días cortos (los más cortos del año en términos solares) y con su fiel hermana, la silenciosa nívea. Son épocas de expectativas, de ver cuán maravillosa será la temporada. Tiempo de frío, de blancura, de chocolates calientes a la luz de la chimenea. Pero, cuando uno comienza a aclimatarse, a no sufrir tanto como en los primeros fríos, la madre naturaleza vuelve a cambiarse, a mudarse de ropa.
Los días se alargan cada vez más, uno a las ocho de la noche aún puede gozar de un poquito más de luz solar. La temperatura comienza a mantenerse cerca de los quince grados. La naturaleza inicia un vivir en su período de mayor esplendor. Los árboles comienzan lenta pero inexorablemente a revestir su cuerpo de verde, a regalar hermosura, belleza por donde se los vea. Nuevamente aparecen la gran variedad de aves que migraron por no tener que soportar los fríos invernales.Hasta la gente se la ve diferente. Con menos ropa, más liviana, con…, no se si más alegría, pero por lo menos más sonrientes, como si esta alegría que transmite la Primavera con su reverdecer fuese transmitida (quizá simbióticamente o por ósmosis) a las personas que viven o que visitan estos lares, este maravilloso sur Argentino.
Ver y ser conciente de cómo la naturaleza va augurando y demostrando los cambios que ella misma va a efectuar es extremadamente hermoso. Ver el reverdecer, el aumento de la temperatura, el estiramiento de los días, e ir acompañando esos cambios es una experiencia inenarrable.
El invierno terminó, ya los alumnos y las parejas han festejado el inicio de la primavera. La época del amor, del resurgimiento, del eterno retorno. Esta época también dará paso a otra, al verano, con su calor y sus vestidos naturales en todo su esplendor.
Queda en cada uno de nosotros poderse otorgar los minutos necesarios para disfrutar de las pequeñas o grandes bondades que nos otorga cada una de las estaciones con sus características y sus diferencias bien marcadas y establecidas.